Con el transcurso de los años, diversas naciones fueron legalizando poco a poco todas las drogas habidas y por haber, creando centros oficiales para adictos y curiosos.
Cual casinos de estupefacientes, cualquiera podía acudir a ellos y consumir drogas de manera medida y controlada. Y, para no herir susceptibilidades, se dejaron de usar las palabras “droga” y “drogadicto” de manera despectiva.
Durante un breve periodo, todo parecía marchar perfecto, una iniciativa progresista y humanista para no discriminar a nadie en la sociedad. La idea era que, si se convertían en sustancias de uso común, el tráfico de drogas dejaría de ser un problema masivo, y se podrían fomentar nuevas economías.
Bien, todo eso se fue por la cloaca cuando la situación se volvió inevitablemente insostenible. ¿Quién hubiera dicho que algo así iba a explotar en la cara de los gobiernos y los países en general?
¿Qué pasó?
NeuroBar se caracteriza por una impronta pesimista en lo que respecta a la humanidad y su capacidad de arruinar todo lo que es bueno.
En el caso de estos ambientes controlados para proveer de drogas al pueblo, funcionaron por un tiempo digamos que bastante bien. Sin embargo, hubo un sector de la población que no estuvo muy de acuerdo con la iniciativa: los traficantes y productores. Ningún druglord quería rendir cuentas al estado… y además tenemos que sumar a los políticos que se beneficiaban del tráfico de drogas.
Por supuesto que ningún funcionario quería pagar el costo político de oponerse a los “casinos”, por lo que la lucha debió darse en las sombras.
Nuevas drogas comenzaron a surgir, más potentes, con distintos efectos, por precios más accesibles y por cantidades más abundantes que los provistos por el estado. La competencia se volvió increíblemente desleal, y ningún gobierno pudo afrontar la rápida respuesta del mercado delas drogas.
Cuando se volvió evidente que para el estado suponía más pérdidas que ganancias, los centros de estupefacientes fueron desmantelados poco a poco… con el problema de que ahora había una cantidad exagerada y descontrolada de redes de drogadicción.
¿Cuál fue la solución?
Acá es cuando entran en escena las Neuroshots. No vamos a llamarlas realmente una “solución” al problema, pero sí podemos decir que se le acercó bastante.
Un grupo anónimo de científicos estudió cuáles eran exactamente las reacciones químicas producidas en el cerebro por cada una de las drogas que había en circulación. Estudiaron a fondo e investigaron hasta el cansancio las adicciones.
Así, encontraron la forma de inyectar en el organismo los mismos neurotransmisores que el cerebro segrega con la reacción química producida por una droga o una adicción cualquiera.
Todo esto sin agotar el cerebro ni convertir al cuerpo en dependiente de la sustancia. Un adicto a la heroína necesita cada vez más heroína para llegar al estado de éxtasis que busca; un usuario de neuroshots sólo necesita una pequeña dosis, produciendo siempre el mismo efecto.
¿Y esto no fue explotado?
Oh, claro que sí. ¿Esperaban otra cosa?
En esencia, la gente también se volvió hiperdependiente de las neuroshots. A un nivel alarmantemente caótico, si se quiere.
Eventualmente, codificaron las neuroshots para que sólo pudieran proveer una inyección por día, suponiendo que los usuarios la usarían sólo cuando fuera necesaria. Agregaron restricciones como autorizaciones por parte de los doctores especializados y una pila de cosas más.
Pero como todo dispositivo electrónico, era susceptible de ser vulnerado. Hackeado, si quieren que lo pongamos en palabras sencillas.
No sólo eso, los amos de la droga encontraron la forma de utilizar las jeringas para administrar no sólo neuroshots, sino también otras sustancias.
Pero, no se preocupen, los gobiernos negarán que todo esto es real, que no es otra cosa que histeria colectiva. Si usted necesita aliviar su ansiedad o su estrés, acuda a las Neuroshots. ¡No será defraudado!
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