Idear historias y todo su trasfondo es un proceso que a veces se da por sí solo. Los que me conocen saben que me gusta mucho el componente anecdótico detrás de mis cuentos y relatos.
No es que yo lleve una vida super extrema y cargada de anécdotas, pero siempre detrás de cada historia (buena o mala), hay un rompecabezas que se fue armando poco a poco. Un laberinto que se va recorriendo con paciencia, y a veces sin saberlo.
NeuroBar no es ninguna excepción. Como algunos de mis relatos favoritos, este libro fue surgiendo de un rejunte de ideas que fui teniendo. Las cuales, curiosamente, encajaban perfectamente.
Eric Miller
Uno de los elementos fundamentales de NeuroBar es su protagonista, Eric Miller. Y sí, puede sonar obvio. O sea, ¿qué protagonista no es fundamental para un relato?
Pero mientras están ahí juzgándome antes de tiempo, déjenme que les explico: Eric fue un personaje que surgió para un proyecto totalmente distinto. Aterrizó en NeuroBar por pura casualidad, como si siempre hubiera estado pensado para este libro.
“Por qué no confiar en Eric Miller” era el título de ese proyecto fallido que murió antes de nacer. Mi idea era contactar a todos los ilustradores que yo conocía y hacer un trabajo en conjunto con todos ellos.
Como parte de una serie de historias unitarias, cada episodio iba a constar de un dibujo hecho a libertad de cada artista, cuya única consigna era “Eric Miller es una persona en la que no se puede confiar”.
Luego, según cada ilustración, yo escribiría un breve relato. O sea, en vez de pedirles a los artistas que dibujasen mi relato, yo iba a relatar su dibujo.
El proyecto fue mutando poco a poco; idear historias y relatos siempre es así. En un punto, iba a ser una historia en conjunto con Skart, un colega y amigo que me regaló mi época de contenidista en Inferno.
Lamentablemente, como ya les dije, el proyecto murió antes de nacer. Bah, “lamentablemente”, no. Si hubiera salido a la luz, nunca hubiera tenido disponible a Miller para incluirlo en NeuroBar.
Sin embargo, “Por qué no confiar en Eric Miller” no sólo me regaló al personaje, sino que también hace su aparición en el capítulo 2 de NeuroBar. El mismo empieza de la siguiente manera:
Nadie confiaba en Eric Miller. Aquél que dijera lo contrario era porque no lo conocía lo suficiente o simplemente no sabía quién era. A él no le importaba su infame reputación; de hecho, le venía bien para mantener alejada a gente indeseable. Lo que es decir, a todo el mundo.
Neurotransmisores
A pesar de que nos son una parte central en la trama, los neurotransmisores son un elemento importante del trasfondo y el universo ficcional de NeuroBar.
De hecho, el libro y la idea nacen gracias a los neurotransmisores. Invoquemos el poder de internet para buscar la definición, así nos ubicamos mejor en el contexto:
Un neurotransmisor es una biomolécula que permite la transmisión de información desde una neurona (un tipo de célula del sistema nervioso) hacia otra neurona, una célula muscular o una glándula, mediante la sinapsis que las separa.
Existen muchos tipos de neurotransmisores, como la endorfina, la serotonina y la adrenalina. No vamos a ponernos a hablar sobre este tema en sí, porque podemos estar durante páginas y páginas.
Lo que importa es que, cuando yo me enteré de la existencia de estas simpáticas biomoléculas, me sentí fascinado. Que todo lo que sentimos sea una reacción química en nuestro cuerpo era para mí algo mágico. Desde la felicidad al dolor y mucho más.
Las adicciones, los placeres y los disgustos tienen todo que ver con los neurotransmisores. Y en mi mente se formó la idea: ¿y si en el futuro inventan tragos que produzcan exactamente el efecto que deseamos?
¿Se imaginan entrar a un bar y pedir un vaso de felicidad?
“Hola, sí, tres orgasmos para llevar, por favor. ¡Ah! Y una botella de poder de concentración. Gracias.”
Y así nace NeuroBar. No tenía ningún relato, pero lo guardé en mi cajón de ideas que me parecían geniales para idear historias futuras.
Singularidad Tecnológica
Acá entra la última pieza del rompecabezas. Otro de los aspectos centrales de NeuroBar es la singularidad tecnológica.
En líneas resumidas, esto se trata del momento en el que la inteligencia artificial supere la inteligencia humana. Y no se crean que falta demasiado para esto. Se estima que el proceso iniciaría en el 2029.
Les digo la verdad, cuando aprendí lo que era la Singularidad Tecnológica sentí una mezcla de asombro, miedo, fascinación y entusiasmo.
Realmente, no estoy tan metido en el tema como para saber o predecir qué es lo que pasará una vez que llegue este momento, pero sí que mi imaginación voló.
En el mundo de NeuroBar, la Singularidad no significa nada bueno para el futuro de la Tierra y la humanidad. No, no es spoiler. Sólo les estoy contando parte del trasfondo.
Cuento Negro
Y acá llegamos al condimento final de esta receta. Ustedes saben que me gustan los cuentos policiales y los cuentos de crímenes pasionales.
Hace un par de años ya (no puedo creer que hayan pasado dos años al momento de escribir esto), me interesé por participar en un concurso literario cuya temática era el Cuento Negro.
Tenía poco tiempo para anotarme, así que escribí la primera versión de NeuroBar en un poco más de un mes. No era perfecta, pero a mí me encantó.
No sólo porque todas las piezas del rompecabezas empezaron a encajar por sí solas en la etapa de planificación, sino porque también me di el gusto de experimentar con un universo de ciencia ficción.
Pero sin alejarme del cuento negro: tenía que ser una historia cruda, con ambigüedad moral y elementos de realismo crítico.
No digo que sea perfecto, pero en mi mente, todo encajaba a la perfección, y no quise dejar pasar la oportunidad.
Y ahora…
Eso mismo pregunto. ¿Qué sigue ahora en este proceso de idear historias?
Al concurso claramente no lo gané. No me molesta, el libro estaba muy verde, le faltaba maduración.
Eso mismo me dijeron mis lectores de prueba. Por suerte, hubo gente muy copada que me regaló su tiempo para leer el libro y darme feedback.
Después de eso, pasó una cascada de cosas que me llevaron a una ruleta de estados emocionales. Entre otras, la maestría en diseño de videojuegos, un nuevo trabajo, mi mudanza a Buenos Aires (con todo lo que eso implica). Y por supuesto, la Pandemia.
Cualquiera diría que la Pandemia y la cuarentena hubieran sido una excusa perfecta para escribir, perfecta para idear historias, cuentos y mucho más… pero no. Al menos en mi caso.
De todos modos, hace poco me dispuse a organizar mis notas y la planificación en torno a NeuroBar, ideando también una secuela. ¡Y también la precuela! Me olvidé de mencionarlo, pero el universo ficcional de NeuroBar me sirvió para hacer una buena parte de todos mis trabajos de la maestría.
Lo bueno es que, a pesar de que hace ya dos años desde que lo escribí, nunca dejé de trabajar en la trama. Lo mismo que me pasa con Heraldo de los Ancestros: no hay libro pero hay mucho trabajo por detrás.
Y ahora con este sitio puedo seguir dándole forma a todo el trasfondo. ¡A ambas historias!
Una muy linda historia. Entretenida y con un final desconcertante.
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